domingo, 1 de noviembre de 2009

Infidelidad


Nuevas técnicas, tacañería, facilidad de acceso, crisis económica, cualquiera de estas etiquetas puede servir para justificar la lectura en ordenador de “pedeefes”. La incomodidad de permanecer delante de una pantalla las horas que exige la lectura de cualquier libro, la resarce no solo la calidad de la obra que estemos leyendo, sobre todo su gratuidad, la inmediatez con la que la conseguimos, el pensar que hacemos un acto de justicia con quien no tiene otro modo de dar a conocer sus escritos. Leo estos días una novela breve en mi ordenador. Durante el rato que fijo mis ojos en la pantalla, echo de menos la comodidad del sillón con orejeras, el tacto del papel en mis dedos, el olor que se desprende de las páginas siempre que sumamos una más a lo ya leído. La lectura en ordenador es insípida e inodora, aséptica como entrar a un quirófano. Daña a los ojos, pero también al espíritu. He oído decir que el libro del futuro, ese que ya venden algunos comercios, con pantalla y capacidad para cientos de títulos, llevará incorporado un aspersor de perfume que nos evocará el del libro encuadernado. A mí, mientras avanzo párrafo a párrafo en la lectura de Sang!, me alivia la acercanza de mis volúmenes, la atmósfera de este estudio angosto, aunque luminoso, donde el olor que prevalece es el de las palabras impresas y el de los lomos alineados, y donde no hace mucho seguía empeñado en serles fiel, y no he cumplido.

2 comentarios:

  1. Hombre, siempre nos queda la impresión. No es lo mismo que leer un libro con una encuadernación perfecta y un tamaño óptimo, pero mejor que leer en pantalla es.

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  2. Sí, ¿pero no es igual de aséptico? Ver mi novela impresa en folios din-A4 y verla en libro es como haberle insuflado vida nueva.

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