lunes, 5 de julio de 2010

La casa Tellier


Una de las cosas que me admiran de Guy de Maupassant es que en muchos de sus cuentos, al menos en los más conocidos, la sociedad de su época se halla representada por algún personaje trazado con mimo, aunque no siempre con indulgencia. A La casa Tellier, nombre del cuento, casa de putas regentada por una mujer de la que se dice ha nacido para ello, acuden los burgueses, los comerciantes, el hijo del banquero, los marinos que atracan en el puerto… La casa Tellier dispone de dos zonas, aquella en la que se concentra la gente de bien, afincada y respetada en el pueblo, y aquella otra en la que se divierten y emborrachan los forasteros. La madame gobierna con mano firme pero ecuánime a las cinco pupilas que trabajan para ella. Cada una representa un modelo de mujer distinto, lo que permite a los clientes ver cumplido alguno de sus deseos inconfesables.

La vida de éstos se ve zarandeada el día que se encuentran cerrada la casa Tellier. Un cartel informa que la madame y sus chicas han marchado para asistir a la comunión de la sobrina de la primera. Se trasladan en tren, donde se encontrarán nuevos especímenes ciudadanos (un campesino salaz, un comercial asustadizo…), a Virville, que es donde vive el hermano de la madame con su familia. La presencia de las pupilas atrae a los vecinos: sus vestidos, sus sombreros, el colorido que las acompaña, aviva el humor de hombres y mujeres, que ignoran su verdadero oficio. Allá por donde pasan, la sangre corre más rápido por las venas, el vigor aumenta, brillan con mayor intensidad los ojos. Maupassant parece conocer bien el espíritu del campo normando. Y su cuento es un canto a la vida que deja un dulce poso en quien lo lee. Tomo a sorbos el mejunje que me ofrece este volumen inmenso: 1266 páginas formato bolsillo. La esencia de Maupassant se halla en él. Su prosa es como una brisa marina. Alivia las altas temperaturas presentes. Voy dosificando su consumo. Hoy un cuento, de aquí a unos días, otro. Lo alterno con el de novelas. La última que ha llegado a mis manos: Leitmotiv, de J. Leiva. Una edición de 1972 en Seix Barral, que no sé si leeré.

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