Leer Renata sui géneris es como beber una copa de cava por lo burbujeante y fresca que resulta. Dividida en pequeños capítulos de espumeante lectura, se nos cuenta la historia de dos mujeres opuestas en lo ideológico y social, pero unidas por un deseo de vivir común que las lleva a conocerse la una a la otra de modo que acaban aceptándose como son: la una rica, la otra trabajadora con cargo de responsabilidad. Renata nació con una flor en el culo. Ana, en cambio, lo hizo con un pan bajo el brazo. Ninguna ha tenido que pasar apuros económicos. De hecho, los únicos apuros que pasa Renata a lo largo de su genuina existencia conciernen a su vestuario y persona, y, si acaso, a las decisiones que como empresaria con afán globalizador debe aceptar sin excesivo desgaste, resarcidos luego con su las exquisiteces que puede permitirse. Ana le abrirá los ojos a nuevas experiencias, a un modo distinto de pensar, de reír, incluso de beber. Renata es como un objeto frágil que, fuera del estante en el que fue colocado sólo nacer, corre el riesgo de resquebrajarse por mínimo que sea el cambio de temperatura o presión. Con todo, sus incursiones a un territorio que desconoce, lleno de calles estrechas, de bares donde se trasiega cerveza y se habla de política y de derechos de la mujer, la van fortaleciendo y, de vaso decorativo a la sombra de un esposo apegado a los valores más retrógrados de la derecha aristocrática y no por eso menos industrial, pasa a ser un arma peligrosa, una amenaza para quienes se consideran los suyos, conservando siempre su elegancia y saber hacer. La novela, breve, presenta escenas realmente divertidas, de una sátira amable contra ciertos valores enquistados en una sociedad adinerada y piramidal. Pero no es solo eso, sino la historia de una amistad entre esas dos mujeres que un día se conocieron en la facultad y que, pese a sus diferencias, se cayeron bien. Un acierto, sobre todo, la capacidad de la autora, Sara Presutto, para emular el lenguaje usado por una pijería que huye como del diablo de lo que ellos consideran grosero y vulgar. Términos como biomadre, piscinísima, utillarse de ropa, seda Marcopoliana, no te leonices, respondió entrelabiada... son fiel exponente de ello.
martes, 23 de febrero de 2010
Renata sui géneris
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