miércoles, 7 de octubre de 2009

Hilo comunicante


Resulta curioso descubrir los hilos que unen entre sí las innumerables manifestaciones de la literatura, conformando una malla tupidísima, un océano de palabras e imágenes por el que el lector no solo atraviesa nadando, sino empapándose en ellas tal que una esponja jamás saciada. Leo Muerte en Estambul, de Petros Márkaris, y hallo continuas referencias a hechos ocurridos a mediados del siglo XX en la capital turca, acciones violentas contra la comunidad cristiana que reside en la que los griegos siguen llamando Constantinopla, y que provocaron el asalto de comercios e iglesias, agresiones sobre ciudadanos no turcos, la huida de quienes sin más se vieron envueltos en una espiral de odio por parte de los que hacía poco eran probablemente vecinos y clientes suyos. En la novela de Márkaris tales acontecimientos se mencionan, son parte de la memoria de aquellos griegos que optaron por quedarse y sobrevivir en la que consideran su patria.

Luis Leante, en La luna roja, dedica un capítulo, el tercero (que acabo de leer hace unas horas), a hablar de la juventud de un personaje central en la novela, el escritor Emin Kemal. A sus diecinueve años, el joven Emin, que se declara poeta, trabaja como ayudante de fotografía para el señor Anmet. Los disturbios sorprenden a ambos personajes en casa de Emin, pues el señor Anmet corteja a la madre de aquél, viuda desde hace años. Emin, ansioso de demostrar su valía ante los demás, pero sobre todo ante sí mismo, decide salir a la calle para recoger en imágenes fotográficas lo que está sucediendo, pese a que tanto Anmet como Aysel, su madre, intentan impedírselo. Durante varias páginas, los hechos sucedidos en Estambul durante el verano de 1955 son marco en el que Emin Kemal se juega la vida, donde en cierto modo la recupera luego de un largo periodo de postración y desconcierto. Hechos crueles, irracionales, de los que la humanidad deja constancia de tarde en tarde. Hilo, en fin, que ata a estas dos novelas (quizá de los más gruesos, pues seguro hay infinitos e inapreciables de tan sutiles): puente sobre el Cuerno de Oro de la lectura.

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