jueves, 17 de junio de 2010

Las teorías salvajes


Las teorías salvajes no quedan explícitas en esta primera novela homónima de Pola Oloixarac. El lector puede llegar a intuirlas si se deja llevar por esta prosa atrevida, por este modo deslumbrante de filosofar narrando. Confieso que antes de ponerme a dar mi opinión sobre la obra, he leído alguna crítica que me ayudara a entender mejor este viaje a través de un planeta literario complejo, violento, sexualmente desinhibido, en el que dos personajes poco agraciados en lo físico y lo moral, Kamtchowsky y Pabs, hallan el modo de sobrevivir aplicando alguna de esas teorías anunciadas en el título. Igual hace una voz narradora, la de esa estudiante obsesionada con el profesor Augusto García Roxler, que se entrega a Collazo, otro profesor, por ver de aplicar una segunda teoría; todas, en cualquier caso, relacionadas con la máxima hobbiana de que el hombre es un lobo para el hombre. Leemos también las cartas que Vivi, tía de Kamtchowsky por parte de madre, dirigiera a Mao Tse-tung, al que llama querido Moo, antes de desaparecer a manos de los militares que derrocan al gobierno argentino e instauran la dictadura que pisoteará a las muchachas hermosas con sus botas. No es una lectura fácil. Las continuas referencias filosóficas, la prosa ágil, pero de sintaxis a trompicones, espejo de ideas eclécticas como la propia novela, que alcanza ámbitos como el de Internet, los vide-juegos, las performances, la canción… la hacen correosa a veces, pero nunca decepcionante, porque pese a que el hilo argumental no es el que seguiría una novela al uso, hay mucho de hipnotizante en esta búsqueda por contar de otro modo, bebiendo de manantiales que no son propiamente literarios. Me ha sorprendido la potencia de su lengua inusual, de su narración distinta y distante. Un juego, una bofetada amable a la tradición, un camino más por el que transitar la literatura presente.

(Para muestra, un botón: Desde los once años, Kamtchowsky participaba en charlas donde las maestras se preocupaban por qué pasaba con la masturbación y si a los chicos ya les salía la lechita; las clases eran mixtas y todo el mundo se divertía. Las maestras, treintonas, se hacían las serias; por alguna cósmica sabiduría escolar, las aulas de Biología y de Educación Cívica y Sexual eran a menudo, contiguas…

Collazo tantea un surtido de bebidas sin quitarme la vista de encima y prepara dos vasos. Tiene la corpulencia de un repositor jefe, pero sus brazos no pueden ser muy fuertes. No creo que pueda decirse que hayan hecho demasiado durante cincuenta y pico de años, esos brazos. Me tiende el whisky; al acercarme para tomarlo percibo una suave irradiación monstruosa. Dientes amarillos, boca rábida. Tomo un trago sin respirar…)

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