domingo, 28 de noviembre de 2010
Los perros de Riga
domingo, 14 de noviembre de 2010
La buena letra
La prosa exacta de Rafael Chirbes es uno de sus grandes logros. También lo es encontrar historias que no por pequeñas dejan de ser buena muestra de todo un país con la suya, en mayúscula, a cuestas. Pocos escritores logran reducir a lo mínimo y, con ello solo, expresar grandes cosas. Pienso que Chirbes es uno; modelo, además, para quien pretenda dedicarse a esto de la escritura, porque con un puñado de capítulos, y en 156 páginas, uno puede decir tanto como a lo largo de mil. No menos admirable es su acierto al escoger el narrador, en este caso una mujer del pueblo que, en un intento por explicarse ante su hijo, redacta un documento en el que cuenta qué hechos acaecieron que trajeron este presente. No es fácil espigar del recuerdo lo más significativo o singular. Hay que tener muy claro el propósito. Ana lo tiene, y es por eso que nada de lo que dice es vano, todo importa en esta historia de posguerra, en la que una familia de ideas republicanas ve cómo las consecuencias de una contienda que debían haber ganado, van minando sus cimientos, los de la razón y el cuerpo. No es necesario, pues, recurrir a las grandes batallas o situar la acción en una ciudad importante: la tragedia se vivió en todas partes con igual magnitud. Basta que uno sea el vencido, que a su alrededor nada se ajuste a lo que por lógica debería ser, para que el drama de aquellos que sobrevivieron a las represalias, pero que no aceptaron la derrota, lo veamos reflejado en toda su cruel mezquindad. La buena letra es el título de esta obra. La leí hace algún tiempo y he vuelto a saborearla ahora. Resulta asombroso cómo cambia el modo en que una misma novela puede llegarnos a gustar más o menos, cómo descubrimos en ella cosas que no supimos ver entonces, durante nuestra primera aproximación, y ahora, en cambio, sí aparecen nítidas e importantes. Presumo que si de aquí a unos meses volviera a leerla, pese a su brevedad, hallaría nuevos motivos para admirarla. Me ha sucedido a veces que obras que me entusiasmaron hace años, se me caen de las manos cuando pretendo revivir aquellas emociones juveniles. No creo que sea el caso de Rafael Chirbes. De hecho, he aquí que al volverla a leer la he disfrutado de otro modo. Tal vez sea que soy más exigente; tal vez que, al leer su ensayo, he conocido qué preocupaciones son las suyas cuando se pone a escribir, o qué razones busca para seguir leyendo cualquier novela. Lo que tengo claro es que este escritor es de los grandes. Para apoyar mi opinión, véase la historia de amor subyacente en La buena letra, sugerida al tiempo que rechazada, pero no por ello menos hermosa.
jueves, 11 de noviembre de 2010
Las mil noches y una noche
sábado, 6 de noviembre de 2010
Ahora tocad música de baile
En su ensayo Por cuenta propia, Rafael Chirbes menciona a un escritor madrileño, Andrés Barba, exponente de una literatura que basa su motivo y valor en el modo como refleja la realidad de la que pretende ser espejo. La alabanza que hace Chirbes de sus novelas, las de Barba, especialmente de la primera, me movió a buscar alguna y hallé Ahora tocad música de baile, una historia incómoda que tiene como personaje central a Inés.
Inés es una mujer madura que empieza a presentar síntomas de un futuro Alzheimer. La enfermedad avanza rápido y en poco menos de cinco años hace de ella un ser pasivo, una criatura sin voluntad que vive al cuidado de su marido Pablo. Todo lo que se nos cuenta la tiene a ella como tuétano. Si muñeco ahora, sabemos a través de su esposo e hijos que sana no fue una mujer cariñosa, desafecta sí, tiránica incluso. Su forma de actuar dividió a la familia en dos facciones, la constituida por Pablo y su hija Beatriz; y la formada por ella misma y su hijo Santiago. Son tres las perspectivas, las voces, ya sean indirectas o no, a través de las cuales se nos cuenta lo que sucede a lo largo de esos meses en que Inés va haciéndose más dependiente. Cada una de esas perspectivas corresponde a uno de los miembros que conforman su familia. Falta la suya, pero no la necesitamos para conocer cómo fue Inés y cómo es ahora. Para Santiago, una suerte de diosa, modelo vivo de lo que él mismo quisiera aspirar. Para Beatriz, en cambio, un obstáculo que le impide la dicha propia, muro que abatir. Pablo, el marido, vendedor de billetes en la estación ferroviaria de Atocha, ya jubilado, al que jamás se le ha dado ocasión de mostrarse tal cual es, pues sus maneras no son ni mucho menos las que ella hubiera deseado encontrar en un compañero. La enfermedad, sin embargo, va a ofrecerles a todos ellos una oportunidad. Cada cual, acuciado por sus propios fantasmas, sumido en un pozo del que no le resulta sencillo salir, buscará el modo de librarse de una rémora que lo ha tenido sujeto desde siempre. Quien más fácil lo tiene es Pablo. Inés se encuentra a su disposición todas las horas del día. Se impone cuidar de ella y es el primero en comprender que ya no es la misma, que la mujer que mira y toca, con la que duerme, desayuna y comparte todo, no es aquella esposa hostil con la que ha convivido varios lustros. La degradación es paulatina, tanto más profunda cuanto mayor es el desconsuelo que experimentan sus hijos. El que peor lo lleva es Santiago. Hombre débil, busca con qué suplir lo que ya empieza a ser ausencia, al tiempo que un odio irracional se apodera de él. No es una novela gratificante para un lector que busque mera evasión. Es un novela que aborda cuestiones lacerantes, que hurga donde tal vez a nadie le gustaría ponerse a hurgar porque acaso hallaríamos la roña que se obstina, la que queda entre los pliegues. Avanza lenta, crece como un tumor maligno ante nuestros ojos lectores, llega a supurar incluso humores que no huelen bien. Pero tenemos que aceptar que las cosas, en según qué casos, son tal como se nos presentan. La vida no es grata por lo común. Y acaso el título, ese Ahora tocad música de baile, no sea más que una invitación a la felicidad, a esa felicidad que todos, por el simple hecho de haber venido a parar a este mundo, nos merecemos aunque solo sea durante un tiempo breve. Conseguirla, tal como sucede con estos personajes tristes, desenamorados de sí mismos, que conforman su trama, implica en muchos casos renuncia, pero también búsqueda angustiosa de aquello de lo que se carece. Novela, en fin, triste.