De un tiempo a esta parte tiendo a escoger novelas de aliento corto, es decir, historias contadas en un número de páginas razonable, que no exijan una dedicación a su lectura mayor al límite de una semana. Las novelas largas acaban agotándome. Las he leído con gusto durante muchos años. Supongo que lo seguiré haciendo más adelante. Ahora, en este momento, abordar un volumen de páginas superior a las doscientas o doscientas cincuenta me parece una labor que exige un gran esfuerzo. Me está ocurriendo con Libra. Es un título del autor Don Delillo. Uno de los mejor considerados de la literatura Norteamericana junto a un puñado de nombres ilustres. No había leído nada de él. Libra cayó en mis manos al encontrármela en uno de esos puestos callejeros que ofertan libros a fin de conseguir dinero para una causa justa. No recuerdo de qué causa se trataba. Me costó un euro. Su valor, en pesetas, incluido el IVA, fue en su momento de mil cien. Seis euros con sesenta y seis céntimos. Es una novela de quinientas ochenta páginas en un estilo descarnado, casi documental, con el que Don Delillo nos habla de un episodio fundamental en la historia reciente de EEUU: el asesinato de Kennedy, centrándose para ello en la figura de uno de sus protagonistas: Lee H. Oswald, el hombre acusado de haber disparado el arma que lo mató, el mismo que a los pocos días fue asesinado a su vez. El esfuerzo de su lectura lo provoca no tanto que sea una obra densa y en apariencia bien documentada, se trata de una pereza que no me explico pero que acepto porque la supongo consecuencia de un estado de ánimo pasajero. Con todo, cuando inicié su lectura, me propuse terminarla fuese cual fuese el volumen de páginas diario que pudiese asumir, con lo que podría alargarse en el tiempo e impedirme poder acercarme a otros libros que tengo pendientes. La novela desarrolla dos historias paralelas: una biográfica, en la que se nos presenta la personalidad de Oswald, marcada por su signo zodiacal, libra, hombre, por tanto, voluble, de ideas izquierdistas, que se deja influir fácilmente, pieza necesaria para que la maquinaria tramada por un grupo de derechistas convencidos, enemigos de Cuba, más concretamente de Castro, y que de paso odian a Kennedy lo bastante como para quererlo muerto tras el desastre de Bahía de Cochinos, funcione como ellos pretenden, lo que sería la segunda historia, ambas alternándose a lo largo de la obra hasta que confluyen y conforman una común, la que pasará a las enciclopedias. La novela fluye a la perfección, si bien carece del verbo tenso, lacerante de James Elroy, que en su novela América afronta ese mismo episodio de manera bronca, como si escupiera las palabras.
Hace un momento leía un texto del director de una película española de título Vida y color. En ese texto habla de cómo los americanos, en su cine, han sabido retratar la historia de su país escogiendo determinados momentos de esa historia, a modo de crisol, en los que se concentran los miedos y las aspiraciones de una sociedad en tránsito. El asesinato de Kennedy es uno de esos momentos precisos que han dado para muchas, infinitas páginas y fotogramas. Libra pretende entender los mecanismos de una mente, la de quien apretó el gatillo y fue chivo expiatorio, el único inocente tal vez de cuanto ocurrió el día en que Kennedy fue acribillado a tiros. El esfuerzo, pues, ha valido la pena. Miro el volumen y me digo que tardaré en volver a una novela de estas dimensiones. Mi ánimo me lo exige. Sin embargo sé que acaso encuentre alguna otra que me atraiga perversa y caiga en sus redes. Es el mal de la literatura. El mal que afecta a quienes buscamos respuestas a nuestros íntimos momentos históricos y la fiamos al mejor postor, en este caso Don Delillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario