domingo, 17 de octubre de 2010

Por cuenta propia


Hay lecturas que golpean la conciencia, que, cuando las acabas, te hacen considerarlas imprescindibles porque ya no eres igual, o piensas igual, o te ves igual a como eras antes de iniciarlas. Puede parecer exagerado afirmar algo así, pero es sabido que a lo largo de nuestra vida hay experiencias que despiertan un sentimiento o una idea que puede que ya estuvieran presentes pero que permanecían aletargadas, igual que muertas. La lectura de determinados libros supone una experiencia de este tipo, y la de Por cuenta propia, ensayo escrito por Rafael Chirbes, ha venido a corroborar lo dicho: antes de abrirlo intuía determinadas impresiones; después de acabado, tales impresiones se han convertido en certezas, a partir de las cuales mi visión de le literatura ya no es la misma, ni mejor ni peor, distinta y pienso que más enriquecedora. No voy a exponer aquí las ideas que desarrolla Chirbes, si acaso las mencionaré por encima porque no me veo capaz de sintetizar en una entrada lo que el autor desarrolla durante 294 páginas de prosa fluida, uno de los valores nada desdeñables del libro, uno de sus logros. La maestría narrativa de Rafael Chirbes como novelista la ha usado para hablarnos de aspectos que en manos de un filólogo habrían quedado velados probablemente tras una cortina de erudición huera para un lector normal. Muy al contrario, cada uno de los pequeños ensayos o artículos que aparecen aquí recogidos son verdaderas piezas maestras de cómo debe afrontar un escritor su propio oficio, opinando sobre él, defendiendo una ética literaria que después de todo es la armazón que sostiene su obra. La estética de la novela, creo que viene a decir, parte no de una voluntad exclusiva del narrador -que casi siempre desconoce, hasta que no acaba su obra, el tema y el instrumento que usa-, sino de la misma realidad que le sirve de base y de la que él es ingrediente, sujeto sacudido por los avatares del devenir. Al escribir, el novelista organiza el lenguaje de una manera determinada, y esa manera muestra las tensiones que la sociedad implanta en el autor. Cuando Rafael Chirbes decide hablar de un puñado de autores, el criterio que le mueve a espigar entre tantos que han existido, que forman parte de la historia literaria, tiene su razón en lo expuesto (mal) anteriormente, y por eso dedica varias páginas a Pérez Galdós, a Max Aub, a La Celestina, al Quijote, autores y obras que surgen de una conciencia del lenguaje como reflejo del mundo, no como herramienta anquilosada que nada expresa salvo su propia inutilidad comunicativa. Por eso ataca a quienes atacaron a Galdós por considerarlo un mal escritor; a quienes arremetieron contra Max Aub por homenajearlo en alguna de sus novelas. La Celestina, en ese sentido, es un reflejo de los cambios que están sucediendo en el mundo donde nació. Su discurso rompe con el que se enseña en las universidades de la época y, sin ser un reflejo exacto de lo que se habla en la calle, permite que putas y delincuentes usen de argumentaciones elevadas, al tiempo que burgueses y nobles recurran a lo ordinario para comunicar sus ideas y sentimientos. Manuel Vázquez Montalbán, Andrés Barba, Vargas Llosa son algunos otros de los autores a los que dedica un espacio para alabar cómo han sabido retratar la historia de la que han formado o forman parte, consiguiendo que sus novelas recojan el aire que respiraron y que de este modo, en el futuro, cualquier lector que abra sus páginas pueda respirar el mismo. En la novela, dice Chirbes, la autoridad del relato no procede de la fidelidad precisa a los hechos, sino de la organización de la propia narración, que ha de suprimir el recelo del lector y convertirlo en cómplice a partir de una verdad interior, de una lógica que no es otra que su textura moral y que, en su más noble espacio, tiene que ver con el conocimiento, con ese papel de pequeño juguete que ayuda a entender los mecanismos del gran juego de la vida…, y que en su vertiente espuria tiene que ver con la seducción. Una ficción lograda, escribe mencionando a Vargas Llosa, encarna la subjetividad de una época.

2 comentarios:

  1. Leeré este libro. Soy gran admirador de la obra de Chirbes, y cuando éste del que hablas salió publicado, casi me lo impuse. Pero ya sabes... aparecen otros y las previsiones se van al traste
    ¡Larga vida a Chirbes!

    Salud

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  2. El comentario que he realizado se queda corto, porque realmente el libro es de una riqueza extraordinaria, sobre todo para quienes tienen inquietudes literarias. Se puede estar más o menos de acuerdo con sus propuestas, pero una vez lees su obra novelística, comprendes que no se puede escribir sin tener una ética determinada.

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