viernes, 14 de enero de 2011

Sostiene Pereira


He leído Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi, con creciente interés. Es una novela de personaje, en la que un periodista, el tal Pereira, debe encargarse de las páginas de cultura de un periódico vespertino, el Lisboa. Pereira vive cerca del Castillo de San Jorge, en la capital portuguesa. Sus costumbres son parcas y poco saludables. Viudo, obeso, sin apenas amigos, lucha por mantenerse al margen de cuanto está sucediendo en un periodo convulso como es el que vive Portugal y toda Europa hacia 1940. Un modo de conseguirlo es no estando informado de lo que sucede, o hacerlo sirviéndose como fuente de un camarero del Café Orquídea, que se sorprende de la ignorancia de quien, por su oficio, debería estar al tanto de lo que ocurre, por ejemplo, en la vecina España.
Pereira necesita a una persona para su suplemento cultural que se encargue de hacer las necrológicas y las efemérides de los escritores famosos ; una persona que tenga un conocimiento exhaustivo no solo de literatura, sino también de la muerte. Esa persona responde al nombre de Monteiro Rossi. Lo que no sabe Pereira es que Monteiro Rossi es un hombre de acción, un ciudadano comprometido con la causa republicana y comunista y, por tanto, enemigo del régimen luso, que es partidario de alemanes, italianos y nacionalistas españoles. Sin quererlo ni beberlo, pues, Pereira se verá envuelto en una trama política y, en determinado momento, obligado a tomar una decisión moralmente necesaria. La historia, a pesar de este argumento un tanto cinematográfico, está lejos de ser una novela de acción, o comprometida con algún tipo de causa. En mi opinión, Sostiene Pereira no es más, ni menos, que la excelente y singular historia, contada con sencillez deslumbrante, de un hombre herido por la nostalgia al que no le importa otra cosa que mantenerse vivo a costa de la ignorancia y del sobrevivir al margen; pero que, no obstante su mediocridad, redime con un gesto cuanto él representa.
Marcelo Mastroiani, en el cine, dio cuerpo a este personaje exiliado de todo, incluso de sí mismo, y que, pese a las advertencias de que su salud puede padecer un revés grave si no cambia sus costumbres, solo se alimenta de tortillas a las finas hierbas y de vasos de limonada, vive solo, y habla con el retrato de su mujer difunta. Un personaje de estas características corre el riesgo de no tener interés alguno, y de hecho, mediada la novela, me he preguntado qué estaba ocurriendo con él, qué fin podía dársele a una trama un tanto insulsa que, por alguna razón misteriosa me mantenía enganchado a sus palabras y a los hechos rutinarios, intrascendentes y francamente inútiles de ese Pereira desconcertante, pero del todo humano.
Si bien al principio dije que ésta era una novela de personaje, es también, pienso ahora, una novela sobre todo golosa para el lector, ya que no puede evitar identificarse con Pereira, hombre que al fin y a la postre no pretende otra cosa que ser dichoso en un mundo hostil y, de paso, hacer bien su trabajo. De ahí que tenga sentido un final destinado a héroes que frecuentan otro tipo de novelas. La pregunta radica en si en las mismas circunstancias el lector tendría el mismo arrojo que Pereira, teniendo en cuenta que conoce, al contrario que el protagonista, cuál va ser su destino. El título, salmodia con la que el narrador apoya su relato, es la clave para entender que no importan las consecuencias, que lo que se hace con buena voluntad interesa más que el castigo.

1 comentario:

  1. La verdad es que desde que hace años vi la película, me atrae la novela y nunca he topado con ella. Creo que la buscaré. Me encantó Mastroiani y adoro Lisboa. tras leer tu post, creo que tengo que subsanarlo.

    Siempre me he preguntado lo mismo que tu, si tendría el mismo arrojo que Pereira, aunque no siempre consigo convencerme de que si....

    Saludos.

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