jueves, 16 de diciembre de 2010
Viaje al pasado
Recuerdo haber visto obras de Stefan Zweig a la venta en puestos y librerías de lance. Era un autor desconocido para mí, más interesado entonces en novelistas americanos, del norte y del sur, que en los de este lado del Atlántico, excepto los españoles. Eran las suyas ediciones baratas, mal cosidas, si no me falla la memoria, y además se trataba de un escritor del que no había oído hablar ni leído crítica alguna sobre él. Han pasado los años y Acantilado, editorial empeñada en rescatar títulos y autores ocultos bajo el peso de otros no sé si más populares, pero sí más presitigiosos, ha estado publicando parte de su obra narrativa. Por otro lado, este mismo año 2010, apareció el libro Cumbre apagada, de Benjamín Jarnés, y con introducción de Domingo Ródenas, una especie de ensayo novelado con el que se nos da a conocer a Stefan Zweig, su vida y el modo con que afrontó la labor de construir mundos ficticios. Hallé, además, una referencia a una de sus novelas, Mendel el de los libros, en un bloc tan interesante como instructivo, El buscador de tusitalas, que me movió finalmente a interesarme por él, a buscar una obra suya que me lo diera a conocer, y descubrir lo que otros con mejor criterio han estado disfrutando durante años. Es así que me hice con Viaje al pasado, una novelita de noventa páginas en la que se nos narra una intensa historia de amor. Si algo me ha fascinado de su lectura ha sido el modo en que el autor detalla los sentimientos, con una precisión en ocasiones cirujana, exponiéndolos ante el lector de un modo casi obsceno, pero no con irrespetuosidad. La historia se inicia con el encuentro de dos viejos conocidos que emprenden un viaje en tren de Fráncfort a Heidelberg. Hace nueve años que no se han visto. Durante el viaje Ludwig recuerda su vida, cómo, desde la miseria más absoluta, logra ascender gracias a su ambición y a su perseverancia, pasando de trabajar en un empresa química a ser el hombre de confianza de un jefe enfermo, cuya esposa acabará convirtiéndose en la amada ideal, la pureza encarnada en un cuerpo del que no alcanza a gozar sino la piel. Un hecho inesperado separa a los amantes. Ludwig debe viajar a México dos años para hacerse cargo de una explotación minera. Pasado ese tiempo, el inicio de la Gran Guerra Mundial, y su origen alemán, le imposibilitan poder regresar junto a ella. Habrán de pasar los nueve años mencionados para que se reencuentren. El viaje a Heidelberg cerrará la breve estancia juntos. Reconozco que me ha sorprendido gratamente. Su lectura se me ha hecho ligera, llevado por las palabras pasajero de ellas. La acción, sin embargo, apenas existe; de donde cabe concluir que Zweig es un maestro a la hora de acometer la descripción de los sentimientos humanos, pues hace de ello un viaje tan apasionante como doloroso. La geografía por la que transitan los amantes no es plana ni amable, está repleta de accidentes íntimos que se superponen a los puramente externos. Luchan contra las adversidades, pero también contra sus propios miedos presentes. Qué mejor medicina, pues, que acudir al pasado en busca de una voz que interprete los recuerdos. Tal vez sea la mejor manera de entender el hoy.
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Juan Manuel eres un lector muy atento y variado por lo que compruebo en tu blog. Ahora eres tú el que me trae una recomendación de Zweig y te lo agradezco para poder continuar con su lectura. Creo que has sabido captar a Zweig, un escritor de los sentimientos humanos como bien dices. Recuerdo una extraordinaria película de Max Ophüls basada en su Carta a una desconocida, donde los sentimientos quedan tan bien expresados a partir de sus misivas. En fin, me alegro que recuperemos a este autor tan fundamental. Un saludo y nuevas gracias por tu presente.
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